El Día que Stan Lee me convido una Medialuna.

 


Todavía lo recuerdo como si fuese ayer...Bueno, fue anteayer, pero todavía no asimilo lo que viví.

Para entender un poco mi emoción al escribir esto, les cuento a los que me lean que mi sueño es ser Escritor. Cuentos, novelas, ficción. En varios formatos.

Hay uno en especial que más se lleva mi corazón: Los Comics. Ese mundo fantástico, lleno de colores, que desde chico me fascinó y me sigue fascinando pasados los treinta.

Como toda persona que tiene una “pasión”, no siempre se puede estar iluminado por las ideas. Para ir llegando a lo acontecido, antes de que se duerman ahí atrás, venía de unos días muy perros a la hora de escribir. Ni una idea se me caía para poder escribir algo.Peor aún me daba con caño diciéndome:

“Che, ya está esto de escribir eh, creo que se me terminó la nafta.”

Y sí, a veces soy un turro conmigo mismo, pero no siempre, me llevo bastante bien conmigo en línea general. Arranqué esta semana pensando: 

“Voy a caminar un poco más las calles, a recorrer algunas librerías a ver si me hace contacto el chispero.”

Encaro por la Av. Corrientes, entro en algunos negocios, enfilo derecho a los libros, los toco, los huelo (sí, no me juzguen), algunos cómics en rebaja, nada que me llame la atención. Decidí seguir porque el dueño de la última tienda a la que entré me miro con cara de perro Bulldog.

Me perdí entre las calles del bajo porteño sin rumbo alguno.Mientras, empezó a caer una lluvia leve desde el cielo.Ocupado en mis pensamientos, ya a esta altura de un nivel agrio de pesimismo, decidí frenar en la puerta de un bodegón chiquito, mal iluminado y con sus años a cuestas. Me costó enfocar de primera, pero ahí como si fuera cosa de un destino muy difícil de creer lo vi.

Era Stan Lee, en pleno acto de comer una medialuna que previamente había sido sumergida hasta la mitad en una taza de café con leche. Sí, ahora van a decir que estoy loco, que seguro era un viejo igual al creador de los mayores Super Héroes de la historia, ¿pero saben qué? Era él.

Cuando puede pasar la primera barrera de estupor, mi mente empezó a formar estas ideas:

 “Tenemos que entrar a saludarlo por lo menos, no podemos dejar pasar esta...” “No, ni loco, no me animo.” “Dale no seas cagón, cuando va a volver a pasar algo así? Nunca. Dale...” 

Tomé coraje y entré. Además, me estaba empezando a mojar feo afuera con la lluvia. Sonaba algún viejo tango que parecía salir de una fonola a cuerda. Había cuadritos por todos lados de figuras del fútbol arcaicos. En el fondo el mostrador con un viejo vestido con chaqueta roja y boina, con cara de pocos amigos.

Me paré enfrente de la mesa donde estaba Stan y en el mejor inglés que mis nervios me permitieron dije:

 - Señor Lee es un honor conocerlo, mi nombre es Mauro y soy escritor…bu..bueno estoy en eso.-

Dudé sobre el final. Por unos instantes sentí el calor que subía desde la punta de mis pies hasta mi cara, una mezcla de arrepentimiento y vergüenza. Tarde ya. Levantando la cabeza y mirándome fijo con esos lentes de marco amplio, sorprendiéndome con un perfecto castellano porteño me dijo:

-Shh...Pibe,hablá más bajo che, que acá no me juna nadie.”-

Sí, yo también estaba así de perplejo como seguro lo están ustedes al leer esto. Mejor sigo contando.

- Sentáte nomás.- Y me arrimó una silla. - Así que sos escritor, te felicito nene es lo mejor que pudiste haber elegido, seguro vas a tener un gran futuro.-

Habrá notado la expresión de mi cara porque enseguida me cuestionó:

- Eh, ¿qué pasa con esa cara larga, no te gusta lo que hacés?-

-No es eso señor Lee - respondí. - Es que justo en estos momentos no me encuentro con mi obra, no se me cae una idea viejo.-

- Bueno, pero todos pasamos por esos momentos, querido. No tenés que ser así de duro con vos mismo.-

Debo confesar que esa frase me enojó y tomé cierto coraje del que ahora me arrepiento bastante:

 - Sí, claro como si a usted le pasara o le pasó, esto lo dice para quedar bien conmigo y no ser cruel. La verdad sería: Miráchiquito, lo tuyo no es esto. Dedicáte a otra cosa. -

Hubo un golpe, seco, firme, se movió todo, dejando el eco metálico de la cucharita golpeando la mesa. Confieso que me asusté. Stan sereno con el ceño algo fruncido me dijo:

Así no. Con esa actitud se hacen realidad esas palabras. Mauro me dijiste que te llamabas? –

- Sí…sí - asentí todavía en shock.

- Mauro, la vida es algo maravilloso. ¿Confíás en mis historias? ¿En mis personajes? ¿En mis mundos? Bueno, muchos de ellos nacieron de momentos como el que estás pasando. Relájate un poco más nene, vas a ver como todo empieza a funcionar.-

Por un momento volví a la realidad. Me pregunté cómo hizo para sacarme la ficha tan rápido. Casi instantáneamente esa especie de angustia o amargura se fueron.

- Tiene razón señor Lee. Soy muy duro a veces conmigo mismo, me castigo mucho si no tengo nada bueno para escribir además que “relax” no es una palabra que este en mi diccionario. 

El viejo sonrió.

Seguí:-Ahora que estamos en confianza le pregunto: ¿Qué cornos está haciendo usted en este bar perdido en el centro porteño de Argentina?. Si se puede saber, claro está...-

- Simple - me dijo - Me vengo a relajar. –

Mi cara como minino fue de asombro, calculo.

- Sí, lo que es-cu-chaste. Es difícil estar en mis zapatos todos los días así que cuando quiero un rato de paz me vengo acá. Escucho unos tanguitos, converso con los chochamus, a veces me juego una partida de dominó, pero no siempre porque se puede poner fulero el panorama. Cuando ya estoy más tranquilo ¡Zap! (chasqueando los dedos) Me tomo el pire.” 

Si, Ya sé lo que están pensando: Imposible. Pero miren viejo yo no le iba andar discutiendo leyes del espacio tiempo o física a Don Lee, si él me dijo eso así será. 

- Así que hace como este servidor y relájate, se feliz, escribí, confía en tus mundos y en los personajes que los habitan, ellos te van acompañar toda tu vida, creéme. –

Me arrimó el plato donde quedaban aún dos medialunas:

- Agarrá una, dale, no seas tímido, che! 

Agarré una de manteca.Mientras me paraba para irme le dije:

-Gracias maestro por el consejo. No le robo más de su tiempo, un placer enorme conocerlo. - 

- De nada. Eso sí: No cantes que paro acá eh...- (Con cara seria)

- Nooo, señor, su secreto es mi secreto también.

Ya estaba llegando a la puerta cuando escucho: “Che Pibe...”. Giro y lo miro una última vez.

Sonriendo ampliamente me dijo: “Excelsior”.

 

Comentarios

Entradas populares