Navidad en lo de Luca
Para Luca las navidades eran todo. Mucho más importante que su cumpleaños, por ejemplo, o las vacaciones de invierno que las pasaba con su mejor amigo Nicolás jugando con la Sega.
Si le preguntaban en el colegio o algún amigo de la familia, que era lo que más le gustaba en el mundo, él decía: “La Navidad”.
La Mayoría quedaban incrédulos con la respuesta, algunos se incomodaban, lisa y llanamente, otros aludían: ¡Claro por los regalos!, buscando la mirada cómplice de otro adulto. Pero no, para él no eran solo los regalos, que demás aclarar, le encantaban y esperaba ansiosamente cada año.
Noviembre era un mes que lo ponía alerta. Cuando iba de la mano de su mamá miraba atentamente los escaparates de los negocios, sabía que pronto habría cambios. Primero estaba Halloween igual, que le gustaba, sí. De hecho, anhelaba por ver alguna de esas películas con las cuales lo mandaban directo al cuarto como a un jugador de futbol expulsado en medio de un partido. Una vez pudo espiar agazapado en el mayor de los silencios alguna secuencia que sus padres veían, pero le dió más miedo ser descubierto que la película en sí. Monstruos y terror no le faltaban ya que leer lo dejaban, era un gran lector para su edad, lo que no comprendía era porque no podía ver en la tele casi lo mismo que leía, pero bueno: Adultos, ¿Quién los entiende verdad? .
Las ansiedades se disipaban ni bien el calendario se corría al primero de diciembre. Las brujas y calaveras daban paso a los renos y los regalos. Las telarañas por la fría nieve (que algún día quisiera conocer, pensaba).
Aparecía en escena también el majestuoso “Papa Noel”. Su cara feliz y regordeta invadía todo rápidamente. Él pensaba también que detrás de ese rostro escondía la firmeza de alguien que dirige un negocio. El negocio más importante del mundo, el de la Alegría.
Este año era particularmente importante celebrar y, sobre todo, disfrutar las fiestas. El Gordo Totoni , el ser más despreciable que él había conocido y por desgracia compañero de aula le había dicho algo imperdonable:
“Vos sós un boludo Luca, Papa Noel no existe, todo el mundo sabe que son nuestros papás, salame”.
Tuvo que contener el llanto porque estaban en plena clase. Ya bastante tenía con las burlas cotidianas y sumarle un llanto desconsolado al historial, no le iba a ayudar en nada. Se limitó a decir un penoso: “Nada que ver!...”
El daño ya estaba hecho. La semilla de la duda había sido plantada. Esa misma noche no pudo pegar un ojo, la sola idea de que todo fuera inventado, una mera farsa. Lo descompuso. En la cena pudo excusar un leve dolor de estómago, pero la realidad era que no estaba de ánimos para comer nada y eso que había pastel de papa, su comida favorita. Puso ojos de buen chico (que siempre funcionaban con su Mamá) para no preocuparla y esquivar una posible llamada al médico.
Los días pasaron y de a poco fue recuperando el ánimo, en la tele todo era alegría navideña, los especiales de sus dibujitos favoritos y las películas que alquilaban en el Videoclub enfrente de su casa pasaban todas por su supervisión para que como mínimo tuvieran algo de Navideño.
Se abría también la temporada de pileta en la casa de la abuela María. Una pelopincho naranja un tanto exagerada pero muy divertida. Las meriendas de chocolatada y alfajores Jorgito. Jugar con Piri el gato de la casa ya que en el departamento donde ellos vivían no se podía tener mascotas.
Así fue como llego el esperado veinticuatro. Se levantaron todos temprano porque había mucho que preparar, eso dijo Mamá y Papá rezongo por lo bajo. En la cena iban a estar todos los familiares, los tíos, los primos y sus novias. Los primos eran buenos y siempre daban consejos que no se entendían mucho, pero con noble intención. De la parrilla se iba a encargar Papá, esa era la tradición. Hacía mucho calor así que fue tarde de chapuzones, merienda y siesta. Luca se ducho y cuando salió al largo patio de la vieja casa “chorizo” vistiendo la camisa blanca que tanto le gustaba a su Nona , pudo sentir “eso” en el aire, la mezcla del verano, la parrilla y el humo de precoces fuegos artificiales. Corrió persiguiendo al pobre felino que escapaba de todo, sus nervios veteranos esa noche no le servían de nada.
-Lu...por favor no corras tanto que te vas a ensuciar todo, dijo la Madre.
Los primeros en llegar fueron los primos, Marce y Fer con sus novias. Pegaditos a ellos los tíos. El tío Roberto ya estaba algo mareado, como decía Papá.
La Nona María decía algo en calabrés de fondo mientras empezaron a ocupar la larga mesa de madera del quincho.
Entre risas y gritos comieron. Había una felicidad no del todo expresa pero que estaba ahí. Desde las diez y media hasta las once y media, Luca no dejo de ir y venir mirando el reloj grande que colgaba en la cocina. Jugaba un poco con la pelota, la dejaba. Agarraba un libro, lo dejaba. Miraba algo de tele, la dejaba. Los adultos ya estaban hablando de eso que le dicen política y se estaba poniendo raro el ambiente, aunque eso a él no le preocupaba.
- Uhhh doce menos cuarto, Rober anda a prepararte ya, que, así como estas no llegas a tiempo! - Dijo la madre de Luca.
- Bueno eh, no me corras che , ya tengo todo listo, vas a ver el mejor Santa Claus del mundo. Movió los brazos en un gesto grandilocuente que casi tira su cuarta copa de Sidra.
- Shh..que te va a escuchar el nene y tiene una ilusión el pobre, dijo Fer.
El chico había aprovechado y fue a un lugar que tenía prohibido en la casa, la escalera que daba al techo donde estaba el tanque de agua y la medianera. Le pareció ver una sombra. Primero se emocionó muchísimo, era el, pensó. De inmediato la resaca de ese amargo comentario del Gordo Totoni le llego desde el centro del estómago. Frenó y se dijo: No, seguro no es nada. Pero casi por instinto o adrenalina se encontró dando los primeros pasos hacia arriba. La luz del quincho iluminaba lo suficiente para notar si había o no una figura. Cuando estaba por llegar asomó su cabeza para ver mejor antes de pisar. Nada. Decidido entonces, termino de dar los pasos y ahora estaba finalmente sobre el techo. Miro en dirección a donde estaban los adultos que poco se enteraron de que estaba haciendo el. Respiro hondo y exhalo un:
- Ho..Hola... ¿Hay alguien ahí?
Cuando la figura salió de atrás del tanque el impacto fue tal que cayo sentado al piso duro del techo. No fue miedo precisamente, más bien sorpresa. Enfrente de él había un hombre alto pero fornido con algo de panza y una larga barba. En ese momento algunos fuegos en el cielo iluminaron mejor y pudo ver sus ropas que parecían color rojo y blanco. Sus ojos no daban crédito a lo que veían. La figura dio un solo paso:
- Tranquilo, ¿Cómo te llamas chiquitín?
- Lu...Lu...Luca.
- Hohohoho. Feliz Navidad Luca. ¿Fuiste un buen chico este año?
- Si..SI! SEÑOR. La emoción exagero su respuesta que automáticamente lo avergonzó.
- Hoooooho. Muy bien. Mira Luca me paso algo de lo más extraño sabes, parece que muchos chicos como vos o tus amiguitos están dejando de creer en mí, y eso me complica mi trabajo. ¿Sabes cuál es?
- Si, llevar alegría y regalos a los hogares de todo el mundo, se..señor.
- Exactamente. Pero son las almas como las tuyas que me ayudan a seguir mi laaaarga ruta por todo mundo. El caso es que no tengo tu regalo, el que vos me escribiste en la carta.
La bicicleta, pensó.
- Pero te traje algo para que siempre me recuerdes. Toma.
Estiro su mano y le dio una estrella fugaz que parecía ser hecha con alambres.
- Nunca, pero nunca dejes de creer, Luca. Ahí está la esencia de todo.
En ese momento pudo escuchar a los adultos llamándolo por su nombre a gritos. Se dio vuelta a mirar otra vez a Papa Noel para saludarlo, pero ya no estaba. Lloró. Las lágrimas brotaron sin que el las llamara. Sin embargo, no era tristeza era alegría. La más pura.
Bajo las escaleras, freno y se limpió la cara. Los ojos rojos de llorar. Lo encontró Marcelo su primo:
- Acá está el cabezón dijo mientras le refregaba el pelo. No le molestaba era algo que siempre hacía.
La madre se acercó rápida pero no preocupada: - ¿Dónde estabas Lu?
Sonó el timbre. Yo voy dijo el Padre. Debe ser Doña Miranda para brindar, pensó. Abrió la puerta, pero en vez de la anciana vecina eran dos oficiales de policía:
- Buenas noches caballero y de antemano una sincera disculpa por interrumpir las fiestas.
Luca contestó: - Allá en techo mami.
- ¿Cómo en el techo, sabes que tenés prohibido subir, estas bien?
- Sí, má.
El segundo oficial: - Mire lo molestamos porque parece que hace unas horas se escapó un interno del centro de salud mental que hay acá a unas diez cuadras y estamos patrullando la zona avisando a los vecinos, no hay nada que preocuparse es completamente inofensivo.
- Bueno preparate que ya viene Papa Noel, Luchis
- Ya lo vi. Dijo firme el nene.
- ¿Cómo? (Este Roberto es un tarado lo voy a matar, pensó). No, mi amor si todavía no son las doce.
- Parece que está dando vueltas y regala artesanías que hace en el taller del hospital, más precisamente estrellas fugaces de alambre, el pobre tipo se piensa que es Papa Noel.
- Mira má. Luca extendió su mano con la estrella fugaz de alambre justo cuando el reloj marco las doce en punto de la noche.
- ¡Feliz Navidad! Dijo.

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